Han sido semanas extrañas. Desde que llegué a Boston hace ya un mes, el mundo se transformó para mí. Conocí gente que nunca imaginé, estuve en lugares de los que había oido pero fueron tan diferentes a como los había imaginado. Un poco más de dos semanas lejos de mi familia, extrañando a mi esposa, a mi hija adolescente y a mi hijo pequeño de tan solo un año. Pero el tiempo fuera de casa, valió la pena. Valió la pena la transformación. En los últimos años, me había hecho la idea de que las conversaciones sobre el color de la piel, las pláticas sobre las diferencias socioeconómicas, eran sencillamente aburridas y que no mostraban más que la involución de la humanidad al estancarnos en cosas tan triviales. Sin embargo escuché mucho de eso y entendí el porqué seguimos poniendo atención al tema. Nunca se ha ido porque es más la gente que divide que la que une y eso es una lucha constante porque va más allá de lo evidente. La injusticia no se acaba solo porque evitamos hablar de ella y cada contexto lo sufre y lo combate de diferentes maneras.
Luego, estaba en mi casa de nuevo con mi familia, mis perros y el hermosos clima lluvioso y húmedo del trópico. La semana de vacaciones fue extraña. A veces ese tiempo puede cansarte más de lo que puede ofrecerte descanso. Pero fue un buen tiempo para reconectar con mis responsabilidades y dejar de sentirme seguro como era en Estados Unidos. Esta última línea la pienso una y otra vez, pero no se me ocurre escribirla de una manera diferente.
La siguiente semana volví a abrazar a cinco de mis nuevos amigos de los que me despedí no hace mucho: Rich, María, Alan, Rex y Amaryllis. Los sentí como amigos de años, después de todo lo que habíamos compartido en aquel cuarto de paredes negras y de luces de escenario de la Phillips Academy. Sentí que se cumplía un deseo, no solo mío, si no también de mi organización. La experiencia de Bread Loaf llegaría a nuestro docentes y a nuestros estudiantes. Por alguna razón, casi todo mi equipo estuvo involucrado desde el inicio, pero yo no. Entendí que mi experiencia era valiosa en otro momento, pero mi única petición fue poder participar en el viaje a Perquín porque me encanta la gente, la historia y lo que estamos haciendo con ellos. Aunque me perdí de momentos muy importantes como la conferencia de los docentes, me hubiese encantado estar ahí.
Ese mismo día de la conferencia de los docentes, Daisy, Diana y yo estuvimos en uno de los Centros de Inserción en una sesión de preparación con nuestros nueve nuevos autores. No puedo describir en palabras el brillo que pude ver en sus ojos al ver la versión final impresa del libro que han escribiendo por tres meses y con el cual se han enfrentado a sentimientos que al igual que yo, habían estado ignorando o subestimando. Su sonrisa infinita me dio esperanzas y me arrepentí de haber querido estar con los docentes cuando estaba en el lugar en el que mi trabajo es igual o más importante. Con mis estudiantes.
Cada día de la conferencia fue una aventura, la mayoría de la gente dice que una Montaña Rusa, no sabría si estar de acuerdo con eso porque para mi fue algo más local como un columpio hecho de una llanta vieja, subimos y bajamos siempre con la misma emoción de la primera vez. Las emociones florecieron. Redescubrimos, aprendimos y desaprendimos. Construimos y deconstruimos y fue interesante leer de este proceso a través de los ojos de nuestros visitantes. Este fue el poema colectivo que hicimos en una de nuestras cenas con las incansables Pupusas, en diferentes idiomas: Español, Salvadoreño, Inglés, Navajo, Tz`utujil y Kaqchikel acerca de esas nostálgicas montañas de la sierra fronteriza:
En Perquín...
En Perquín, conecto mi corazón a la tierra. Recuerdo que aún existe la humildad.
Admiro todo, el paisaje y los niños que escriben con orgullo. Siento un mundo despertar.
En Perkín, nuestros poetas son la ventana en el rostro de un país chiquito… quiero morir aquí. Pinos, cipotes y lucha en mi corazón. Revolución.
En Perquín vuelvo a recordar la sangre que corrió para que hoy haya esperanza.
En Perquín, mi corazón se hace 7 veces más grande con cada abrazo.
Aquí, he vivido una muy bonita experiencia al lado de diferentes y muy bonitas gentes.
Los niños y los jóvenes me enseñaron como ser escritor.
En Perquín, me desconecto del resto. Tan solo aquí, en la grandiosa tierra de semillas.
En Perquín, hablo con mi nuevo hermano, aprendo como mantener viva la memoria.
Tz`utujil - Entendí que somos la tierra con todas sus huellas. – Xin wetamaj chi` oq ulew ruk`in noje`l taq retal.
Kaqchikel-Wawe nin na´ chupan nu´ wachóch - Aquí, me siento en casa / Noj’el r’i’ rex q’o chuij -Todo lo verde me rodea / y el silencio me suplica que debo escribir para mí, sin temor a equivocarme.
Perquín was awesome! Tucked away into the side of a mountain, it´s a wonderful nesting place for young talent, ready to soar above the sorrounding mountains!
Navajo-Perquin éí bohónéedzą́ągo haz'ą́. Nizhónígo dził niit'aajį' áłchíní bá hahodít'é.
Nizhónígo nídiijée'go dzil binaa ahéédaaz'áada yiláahdi deiíkáah doo.
He aprendido que es prohibido olvidar nuestra historia.
En Perquín, I learned that poetry is a universal language.
Here, students will ride for an hour in the back of a truck and arrive enthusiastic to write and share.
Ahora, sentado en mi escritorio, veo por la ventana las flores de "Cinco Negritos" con la música de Paco de Lucía en mis oidos... disfrutando el recuerdo de cada momento en el que me sentí parte de un gran todo. Volví a creer que no hay causas perdidas. Recordando nuestra celebración de Soy Autor del pasado lunes. Una cabeza rapada, camisas holgadas y manos sudorosas. 11 nuevos libros, 11 historias contadas de millones. Soy feliz y no hay otro lugar en el que desearía estar.
El próximo viernes teníamos en nuestro calendario la próxima celebración de otro de los centros. Ha sido pospuesta hasta nuevo aviso por medidas de seguridad ante los eventos de violencia entre los internos. Dos de ellos han sido brutalmente asesinados por sus mismos compañeros. Pienso mucho si por los mismos que son capaces de tomar un lápiz y escribir sobre paz o participar en un drama sobre transformación, no se si ellos también participaron pero me resuena la pregunta: ¿Qué incidencia tiene mi trabajo en este contexto cuando no es muy diferente estar dentro o fuera de una celda?
Yo no puedo cambiar mi país, es demasiado amplio. No puedo crear una ley que mejore las condiciones de millones de niños y niñas no privilegiados. La decisión es de otros que se toman la libertad y el poder de decidir por todos, buscan protagonismo o que su hambre de poder va más allá de sus escrúpulos y como en todo escenario buscan que los demás guarden silencio, siempre hay alguien que quiere el crédito para alimentar su ego o compensar algún complejo. Pero en medio de esta pelea de perros en mi cabeza y en mi estómago, pienso en lo que si está en mis manos, en lo que es mi responsabilidad hacer. Es en este momento en el que mi convicción debe fortalecerse con el espíritu de esa madrugada en el Río Sapo, el agua fresca, los guacales como tambores, la sonrisa de éxito de nuestro estudiantes de Apopa cuando me enseñaban que el silencio también es sabiduría... en un salón de clases, con o sin paredes, eso está en mis manos. Es ahora cuando la experiencia Bread Loaf se vuelve más relevante para mi. Estoy agradecido.
Enrique.
Atlacacemelli (Troublemaker)
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